En la Península itálica, la complejidad ritual ante el fenómeno de la muerte fue intensa desde los albores del I milenio a.C. Según Tito Livio, el pueblo etrusco destacó por su religiosidad y por la difusión de todo tipo de creencias relacionadas con el Más Allá. Las palabras de Livio parecen corroboradas por Valerio Máximo, cuando aseguraba que los etruscos siempre mostraron veneración hacia las personas y los objetos de culto, mientras que Arnobio, desde una postura crítica, escribía en el siglo IV que “Etruria fue la madre y creadora de todas las supersticiones”.
En lo que respecta al ámbito funerario del pueblo etrusco, la influencia de la cultura villanoviana fue intensa en los primeros momentos, ya que se desarrolló el ritual de la incineración, ampliamente seguido por los etruscos, con el que se pretendía la liberación del espíritu de los restos físicos del difunto, fenómeno este que se produciría durante el proceso de la cremación. La arqueología nos ha asombrado al darnos a conocer unas pequeñas urnas con forma de casa, en las que se guardaron los restos del fallecido antes de ser colocados en la tumba, considerada por Veyne como la morada eterna en la que todo se prolongaba después de la muerte del individuo.
Como consecuencia de la influencia cada vez mayor de la cultura griega, la concepción que tiene el hombre etrusco del inframundo evolucionó a partir del siglo VII a.C., al considerar el mundo subterráneo, en el que moran los muertos, como una especie de Elíseo, en donde no era infrecuente contemplar al fallecido participando en banquetes, celebraciones e incluso competiciones atléticas. No obstante, no fue hasta comienzos del siglo V a.C. cuando se desarrolló la creencia de este inframundo como el lugar donde se recibía al fallecido como paso previo a la recompensa que suponía el disfrute de la vida eterna. El alma viajaba a este espacio, mientras el cuerpo quedaba en la sepultura terrena y era objeto de un complejo ceremonial, que logramos identificar a través de la riquísima decoración pictórica de las tumbas y los relieves esculpidos sobre las urnas o los sarcófagos.