En la versión cinematográfica Cleopatra (1963) de Joseph L. Makiewicz, el personaje de Julio César (Rex Harrison) reprocha a la reina de Egipto (Liz Taylor) ser la “hija de un flautista borracho que compró el trono con sobornos”. La frase, es un buen resumen de cuáles son los antecedentes dinásticos en la biografía de Cleopatra VII Filopátor “la que ama a su padre”. Fue su padre, Ptolomeo XII (112-51 a. C.), más conocido como Ptolomeo Auletes (el Flautista), quien ha pasado a las páginas de la Historia como uno de los peores monarcas del Egipto ptolemaico (ver cuadro). Despreocupándose por completo de sus obligaciones como rey, Ptolomeo Auletes dedicó más tiempo a la fiesta, los buenos banquetes y a su entusiasta afición de tocar la flauta. Su pésima gestión como gobernante, unido a la circunstancia de que era de madre desconocida -de ahí su segundo apodo “el bastardo” (Nothos)-, le obligaría a legitimar su reinado buscando el apoyo de una potencia extranjera. Y, en aquel entonces, la principal potencia que dominaba el mundo era Roma…

 

LA HIJA DE UN FLAUTISTA BORRACHO

Pero, para lograr congraciarse con el Senado de Roma, Ptolomeo Auletes tuvo que endeudarse reuniendo cuantiosas cantidades de dinero. Un dinero que, como en tantas otras ocasiones, habría recaudado elevando los impuestos al campesinado. Esta circunstancia desembocaría en una crisis económica que, hacia el 58 a. C., terminaría provocando varias revueltas en la ciudad de Alejandría (ver cuadro) y el derrocamiento de Ptolomeo Auletes. Tal período de inestabilidad (58-55 a. C.) sería aprovechado por su primogénita Berenice IV (76-55 a. C.) –hermanastra de Cleopatra- para apropiarse del trono. Pero su reinado se tornaría efímero tan pronto como su padre, Ptolomeo Auletes, regresaba de su exilio acompañado de las legiones romanas que, tras asesinar a Berenice IV, le devolvieron de nuevo su corona.

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