Para los sindonólogos y entusiastas de esta reliquia, la Sábana Santa constituye la mejor radiografía para reconstruir el calvario y pasión sufrido por Jesús de Nazaret hace dos mil años. En el dorso de la desdibujada imagen estampada sobre el lino, todavía es posible atisbar los hematomas, en forma de trazas con elementos redondeados, que identificarían las heridas producidas por el flagrum (en plural flagra) o flagelo romano. Se trata de una especie de fusta o pequeño látigo (también conocido como disciplina o azote), de mango corto, que incluía varias finas cadenas de hierro, con pequeños pesos esféricos, que producían dolorosas erosiones en la piel del reo.
¿CRÓNICA DE LA PASIÓN DE CRISTO?
Como consecuencia de estos latigazos, se ha estimado que el cuerpo que envolvió el lienzo muestra hasta 120 heridas. Sin embargo, este cálculo no permitiría saber cuántos azotes recibió el hombre del Sudario, ya que se desconoce cuántos ramales tenía cada flagrum. Aun así, lo más probable es que el cautivo no recibiera más de cuarenta latigazos, según se describe en el Antiguo Testamento: “Si el culpable mereciere ser azotado, entonces el juez le obligará a echarse en tierra, y le hará azotar en su presencia con un determinado número de golpes proporcionado a su delito. Podrá darle hasta cuarenta azotes, pero no más; para que no sufra un castigo demasiado duro y se sienta humillado ante vosotros” (Deuteronomio 25, 3).
Sin embargo, los escépticos no tienen tan claro que las trazas “dibujadas” en el lienzo deban ser interpretadas como una impresión de estas flagelaciones. Luigi Garlashelli, químico italiano especializado en lo paranormal y religioso, en un capítulo sobre el Sudario en Los grandes misterios de la Historia (2002), advierte que la presencia de estas “flagelaciones” depende en mucho de la subjetividad de los propios sindonólogos que, en muchos casos, ni siquiera se ponen de acuerdo a la hora de estimar el número de heridas.
