En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.

—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla”. (Don Quijote, capítulo VIII)

LOS “GIGANTES” DE CAMPO DE CRIPTANA

Una vieja y popular seguidilla entona los siguientes versos: “Al Campo de Criptana van mis suspiros; tierra de mozas guapas y de molinos”. Del horizonte que se descubre en la comarca de la Mancha, en el extremo nordeste de la provincia de Ciudad Real, se desprende uno de los lienzos más iconográficos de nuestro viaje (CLIO, 187). La hilera de aspas, hoy estáticas, y que hace cuatrocientos años se convertían en amenazadores remos de gigantes, se planta en lo alto del otero conocido como cerro de la Paz o “sierra de los molinos”, por el que se desparrama un racimo de casas encaladas para reflejar un sol cegador y dejando discurrir cauces pavimentados que orillan estrechas callejuelas.

En el extremo nordeste de la provincia de Ciudad Real, Campo de Criptana se acomoda entre los cerros que le dan nombre y la sierra de los molinos. No alcanza los quince mil habitantes. De su historia, poco se sabía en tiempos de Cervantes (CLIO, 210). En las Relaciones Topográficas (1575) de Felipe II (1527-1598), solo se menciona que Campo de Criptana “es pueblo antiguo no se sabe quién fue el fundador, ni cuando se ganó de los moros”. En cuanto a los “gigantes”, sólo se menciona la existencia de “muchos molinos”, sin concretar su número exacto. Teniendo en cuenta la explosión demográfica que experimenta esta localidad a lo largo de todo el siglo XVI, cabe suponer que “muchos molinos” puede traducirse como unos “treinta o pocos más”, suficientes como para servir de escenario a la aventura de nuestros protagonistas don Quijote (CLÍO, 253) y Sancho.

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