Aunque su Imperio faraónico se prolongó durante casi tres mil años, el gran público relaciona el Antiguo Egipto con un período concreto de la Historia: el que abarca, aproximadamente, desde el 2686 al 2181 a.C. en el que se sucedieron las Dinastías III, IV, V y VI. Será durante estas dinastías, que configuran lo que se conoce como Imperio Antiguo, cuando se erigirán las ciclópeas pirámides, hoy convertidas en icono de la historia Antigua de Egipto.

¿UNA PIRÁMIDE PARA LLEGAR AL CIELO?

Es tan escasa la información que se tiene acerca de la Dinastía III (2686-2613 a.C., aprox.), que ni siquiera pueden relacionarse ni el número, ni el orden, ni las identidades exactas de sus faraones. Esto es debido a la divergencia que existe entre los nombres de faraones aportados por Manetón (siglo III a.C.) y los hallazgos arqueológicos. Es probable, según testimonia el Papiro Westcar, que el fundador de esta dinastía fuera el faraón Nebka (2686 a.C. aprox.), a quien se le atribuye la realización de los primeros censos, así como la construcción en piedra de la mastaba sobre la que, más tarde, se erigiría la primera pirámide…

De entre los seis u ocho faraones que ascendieron al trono durante la Dinastía III, la Historia ha preferido destacar el nombre de uno de ellos (hermano y sucesor de Nebka): Zoser (Djoser, Djeser o Netjerikhet), quien tuvo como hombre de confianza a un sabio –médico, astrónomo, inventor y arquitecto–, que ostentó el cargo de canciller del Bajo Egipto, y cuya genialidad ha merecido que su nombre haya sido divinizado: se trata de Imhotep.

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