A finales de 2015 el mundo de la arqueología contenía el aliento ante lo que podía ser el más importante descubrimiento de los últimos cien años. Un estudio realizado con radar apuntaba a la posibilidad de que existiese una cámara secreta asociada a la tumba del Faraón Niño, Tutankamón.

Según las autoridades egipcias, esta cámara debía de ser, casi con total seguridad, el lugar de reposo de la enigmática reina Nefertiti, pero como suele ocurrir en este tipo de ocasiones, la posibilidad de encontrar un gran tesoro arqueológico se terminó convirtiendo en un simple espejismo. Para el geofísico Francesco Porcelli, de la Universidad Politécnica de Turín (Italia), los resultados de su reciente estudio no podían ser más concluyentes. Estos contradecían la teoría anterior “que asumía la existencia de pasajes o cámaras adyacentes o dentro de la cámara mortuoria de Tutankamón”.

Seguimos, pues, sin tener ni la más remota idea sobre el lugar en donde quedó enterrada esta mujer de belleza legendaria, que reinó en Egipto en uno de los momentos más convulsos de su dilatada y apasionante historia. Pero ¿quién fue realmente esta reina cuyo recuerdo inspiró a Terenci Moix para escribir El amargo don de la belleza?

 

La reina olvidada

Nefertiti nació hacia el 1370 a.C. durante el reinado de Amenhotep III, un prestigioso faraón con el que el Imperio egipcio alcanzó un alto grado de magnificencia. El origen familiar de Nefertiti es difícil de esclarecer, como casi todo en su vida, convirtiéndose este en el primero de los grandes misterios que envuelven su esquiva biografía.

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