Una intervención rutinaria, sin más pretensiones, pronunciada por Ronald Reagan durante la convención anual de la Asociación Evangélica de Estados Unidos en Florid,a en marzo de 1983 y que sería bautizada como El Imperio del Mal, se convertiría en el mejor resumen del credo reaganiano –lo que más tarde se conocería como Doctrina Reagan–. Lo que en su momento fue catalogado como un mensaje simplista y sectario –sin pudor en su exceso de moralina– se considera hoy uno de sus discursos más célebres. Tras pronunciar un firme alegato contra la promiscuidad sexual, el aborto y el ateísmo comunista; y apelando a conceptos como Dios y la libertad para justificar el incremento armamentístico, Reagan advirtió el error que significaba abogar por una moratoria nuclear. En un mundo polarizado por dos bloques, la equidistancia implicaba mantenerse al margen de la lucha “entre la justicia y la injusticia, entre el bien y el mal”. Sus palabras resultaron ciertamente proféticas cuando anunció: “Creo que el comunismo es otro capítulo triste y extraño en la historia humana, cuyas últimas páginas aún se están escribiendo”.
Debes acceder para ver el resto del contenido. Por favor Acceder. ¿Aún no eres miembro? Únete a nosotros