El Mediterráneo como frente de batalla
La entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial el 10 de Junio de 1940 alteró, por completo, el equilibrio de fuerzas contendientes. La consecuencia, a corto plazo, más evidente fue la ampliación del escenario bélico al Mediterráneo y las colonias africanas más que el potencia bélico italiano. Mussolini, quien regía los destinos de Italia, desde hacía más quince años, abrigaba el deseo de construir un nuevo Imperio Romano, a costa de las colonias francesas e inglesas, como Túnez o Egipto. Tras la apabullante derrota francesa, a cargo de los ejércitos de Hitler, en mayo-junio de 1940, Mussolini percibió que era el momento justo para realizar estas aspiraciones. Declaró la guerra a una moribunda Francia y a una resistente Gran Bretaña. Las tropas de Mussolini decidieron atacar a las británicas en Egipto, Somalilandia, Kenia y Sudán. A pesar de la superioridad numérica de los italianos y la grave situación de Gran Bretaña (estaba en todo su fragor la Batalla de Inglaterra y una amenaza de invasión alemana), el desastre fue casi absoluto para Mussolini. Los británicos lograron reorganizarse con eficacia e iniciaron un contraataque (Operación Compás Diciembre 1940-Enero 1941), que provocó una de las derrotas más humillantes y completas de la historia militar. Prácticamente todo el 10 ejército italiano (unos 130.000 hombres) cayeron prisioneros, frente a unos 36.000 soldados británicos). Mussolini pretendió hacerse con las colonias británicas en una operación rápida y a bajo coste. La situación estaba totalmente volteada: ahora eran las propias colonias italianas las que peligraban por una invasión aliada.
Los italianos perdieron, en pocos meses, sus colonias en África Oriental (Abisinia y Somalia) y la Libia italiana era invadida por las tropas británicas. El ingreso de Italia en la guerra situó al Mar Mediterráneo en el centro del huracán bélico. Sicilia y Cerdeña eran islas bajo soberanía italiana, Córcega era dependiente de la Francia de Vichy (colaboracionista con los alemanes), mientras que Gran Bretaña tenía como colonias Gibraltar y las islas de Malta y Chipre. Uno de los vectores más difundidos por la propaganda de la Italia fascista era reclamar el derecho natural de Italia de dominar el Mediterráneo, a modo, de otro “Mare Nostrum”, en analogía con el antiguo imperio romano. Mussolini, en uno de sus teatrales discursos, exclamó ante las masas que “Italia era una prisionera del Mediterráneo” y Córcega, Túnez, Malta y Chipre eran “los barrotes de esta prisión” y Gibraltar y Suez como “los guardias”. Gran Bretaña dominaba los “cerrojos” de esta prisión mediterránea a ojos de Mussolini, con los enclaves de Gibraltar, puerta de acceso del Mediterráneo Occidental, y el Canal de Suez, puerta de acceso al Mediterráneo Oriental, y nudo crucial en las comunicaciones de Londres con sus colonias del Sur de Asia, sobre todo, India.
Sicilia es la isla más grande del Mediterráneo con más de 25.000 kilómetros cuadrados de extensión. Esta isla volcánica, situada en el Mediterráneo central, ejercía como una plataforma ideal para abastecer de materiales y soldados a la Libia italiana, donde se desarrollaban intensos combates entre las tropas británicas y el Afrika Korps de Erwin Rommel enviado por Hitler para reforzar a Mussolini. La geografía parecía jugar a favor del Eje pero olvidaron un detalle tan flagrante como incomprensible en cualquier mínima estrategia. Permitieron que la isla de Malta siguiera bajo control aliado, la sometieron a duros bombardeos aéreos, pero no se planteó ninguna operación seria de invasión cuando era plausible hacerlo como en el verano de 1940.