El 1 de julio de 1937, Julio César Tello (1880-1947) decidió instalarse en el valle de Casma, después de contemplar la enigmática estela desenterrada casualmente por el joven campesino local Víctor Dueñas, y que fue descrita así por el arqueólogo: “La cabeza tenía una cabellera dividida en tres haces y como blandidas hacia atrás, por cuya razón, los naturales llamaba al sitio Waka (huaca: ‘lugar sagrado’) del Indio Bravo”. Con ayuda de quince obreros, Tello emprendió entonces una excavación en el valle de Casma –departamento de Ancash, al norte de Perú (ver cuadro)– para terminar localizando hasta noventa y ocho monolitos –alguno de los cuales podía alcanzar un peso de hasta tres toneladas–, en bloques de granito (más concretamente granodiorita) extraídos de una cantera cercana. Hasta la fecha, son algo más de cuatrocientos los relieves en piedra que integrarían el famoso muro de estelas que rodea el templo, y que constituye su elemento más iconográfico y principal reclamo para una visita turística.

El Templo del Cerro Sechín, que es como fue bautizado por Tello este complejo arqueológico del que se desconoce el nombre con el que fue conocido por sus constructores, está integrado por una especie de “templo palaciego”, en forma de plataforma escalonada en la que son visibles tres plantas. Consta principalmente de dos edificios: uno más antiguo de barro y otro de piedra que lo rodea, integrando un muro de estelas con insólitos grabados.

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