La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue un choque de dimensiones colosales sin precedentes en la Historia debido a la cantidad de medios movilizados, víctimas producidas y extensión geográfica: participaron millones de personas –directa o indirectamente– de más de 30 países y, de un modo u otro, se libró en todos los continentes. El punto de partida fue la invasión de Polonia de forma casi simultánea por parte de la Alemania nazi y la URSS, lo que provocó la declaración de guerra de Gran Bretaña y Francia. Al inicio del conflicto se formaron dos grandes bloques: los Aliados –liderados por Estados Unidos, la Unión Soviética y Reino Unido–, y el Eje, encabezado por Alemania, Italia y Japón.
La enorme colisión no solo se limitó a enfrentamientos militares, sino que incluyó bombardeos masivos a ciudades, exterminios sistemáticos de población civil y el uso de armas de destrucción masiva. La guerra impactó en todos los ámbitos: económico, humano y social.
El mundo estaba en armas, en el frente oriental, la Unión Soviética había comenzado a ganar terreno contra las fuerzas alemanas después de las batallas de Stalingrado (1942-1943) y Kursk (1943). A partir de estos episodios, el Ejército Rojo inició una serie de ofensivas que empujaban gradualmente a las tropas hitlerianas hacia el oeste. Sin embargo, el coste militar para la URSS era inmenso, inasumible, por lo que Iósif Stalin presionaba constantemente a sus aliados para que abrieran un segundo frente en Europa occidental, a fin de aliviar la presión sobre sus fuerzas.