El 23 de octubre 1940, después de un ajetreado viaje por media España, Himmler y sus hombres de confianza embarcaron en un avión y pusieron rumbo a Barcelona, con la intención de protagonizar uno de los episodios más increíbles de este oscuro período, caracterizado por el triunfo del nacionalsocialismo en una buena parte del continente europeo.
Hacia las 13.00 horas la comitiva alemana llegó al aeropuerto de la ciudad condal, para encontrarse con una cálida recepción por parte del pueblo de Barcelona, con su alcalde a la cabeza.
Inmediatamente el Reichsführer se desplazó hasta el Ritz, en donde sabemos que disfrutó de un almuerzo ofrecido por el jefe de la Región Militar, el general Luís Orgaz, pero hemos de suponer que durante toda la jornada Himmler habría estado esperando con impaciencia que llegase el momento de iniciar la trascendental búsqueda que había estado planeado desde muchos años atrás. Según las antiguas tradiciones, perpetuadas en el tiempo por las narraciones del Ciclo Artúrico, el hallazgo del Grial estaba reservado para un hombre puro, y él así se consideraba, entre otras cosas por creerse el más digno representante de la raza aria y de sus valores ancestrales.