El 151 a.C. fue un año importante para la metrópoli africana porque efectuó el último pago de sus indemnizaciones y, por lo tanto, recuperó parte de su independencia. El futuro pintaba un poco mejor para los hombres y mujeres de una ciudad orgullosa, que durante mucho tiempo había sido tributaria de Roma, su máxima enemiga. Además, muchos intuían cercano el final de Masinisa (con ochenta años), por lo que el partido nacionalista cartaginés empezó a obtener más peso político e influencia en la toma de decisiones de la Asamblea del pueblo.
Adiós al acuerdo de paz
En este contexto, la guerra volvió a estallar con toda su crudeza en el 150 a.C. En otoño de este mismo año, sin el permiso de Roma, el cartaginés Asdrúbal partió con 25.000 hombres y un pequeño contingente de caballería (unas 400 monturas). Desde hacía décadas, nadie había observado un ejército púnico de estas dimensiones.
Después de una batalla de resultado incierto entre los cartagineses y los númidas, Asdrúbal optó por pedir a Escipión Emiliano (que acababa de llegar a África para hacerse con elefantes destinados a la conquista de Hispania) que actuase de mediador. Por desgracia el acuerdo no fue posible, incluso cuando Asdrúbal se ofreció a ceder parte del territorio y a pagar una indemnización de 1.000 talentos. Por este motivo, el cartaginés se fortificó y se dispuso a soportar un largo asedio hasta que el hambre, la sed y la enfermedad le obligaron a deponer las armas.
El último enfrentamiento entre Cartago y Masinisa, con el que se rompían los acuerdos de paz del 201 a.C., fue la excusa que necesitaba Roma para destruir de una vez y para siempre a su eterno enemigo. El Senado podía justificar la guerra ante el pueblo romano y el conjunto de Estados del ámbito mediterráneo que, cada vez más, miraban con creciente desconfianza el ansia expansionista de la ciudad del Lacio.