La enigmática sonrisa de la Gioconda

Lo cierto es que la presencia de la Gioconda ha fascinado a lo largo de los siglos. Tanto que, por ejemplo, en 1800 el mismísimo Napoleón Bonaparte ordenó que fuera trasladada desde el Museo del Louvre (París), donde había sido colocada en 1797, para que adornara su habitación en el palacio de las Tullerías; tanto para que en 1911 fuera robada por Vincenzo Peruggia, un ex trabajador del Louvre, alegando que debía regresar a Italia; tanto como para que en pleno siglo XXI se siga analizando con minuciosidad, intentando sonsacar una respuesta a la sonrisa más enigmática del planeta. Una sonrisa cuya belleza, en la pintura de fines del siglo XV y principios del XVI, era considerada un atractivo físico que adornaba la moral de una dama recatada. Pero, ¿quién se esconde detrás de Mona Lisa? ¿Hay argumento para defender que era su madre? ¿Puede ser ella el origen de las supuestas creencias heresiarcas de Leonardo da Vinci?

En lo único en lo que se ponen de acuerdo los historiadores del arte, sin que haya pruebas contundentes de ello, es que La Gioconda representa a la esposa del mercader Francesco del Giocondo, Lisa Gherardini. La duda estriba en saber si encargó el cuadro debido al traslado de la familia a su nueva vivienda, o por el nacimiento de su segundo hijo, en 1502. A pesar de ello, son muchos los que han querido ver en la tabla mil y una identidades, sin descartar incluso un autorretrato del propio artista travestido.

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