En los años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el régimen de terror impuesto por Hitler, imbuido por un nacionalismo exacerbado e irracional, se materializa con la creación de la Ahnenerbe, una organización preocupada, entre otras cosas, por encontrar las huellas de una supuesta raza aria de la que los alemanes se creían sus descendientes. Este es el motivo por el que los nazis prepararon una serie de expediciones por todo el mundo para poder corroborar sus delirantes teorías raciales y justificarse ante su pueblo, víctima de un radical proceso de adoctrinamiento nacionalista, ante la misión que según ellos, les tenía deparado el destino. Uno de los viajes más controvertidos y extraños fue el del aventurero alemán Ernst Schäfer por las lejanas tierras del Tíbet.
Antes de iniciar la travesía, los integrantes del equipo se vieron obligados a someterse a un riguroso programa de preparación física y técnica, con la intención de poder sortear todos los peligros que a buen seguro se iban a encontrar en unas tierras apenas conocidas por el hombre europeo. Como en sus viajes anteriores, Schäfer tendría que superar todo tipo de pruebas. Una de ellas sería el rigor de un medio inhóspito al que ninguno de sus hombres estaba acostumbrado. Además, pronto se verían envueltos en medio de terribles conflictos raciales y religiosos que en más de una ocasión estuvieron a punto de costarles la propia vida.