En Egipto, la creencia en una vida en el Más Allá debió remontarse al Neolítico, tal y como sugiere el hallazgo de objetos de cerámica acompañando al cuerpo de un difunto, cuyo enterramiento no era improvisado. En tumbas de la cultura badariense (4400-4000 a.C. aprox.), antecedente neolítico de la civilización egipcia, el cuerpo era inhumado en un foso, sobre una esterilla, en posición fetal, con la cabeza inclinada al sur, pero mirando hacia el oeste. El cadáver era sepultado junto a objetos de cerámica. Ya en esa época, las tumbas más ricas se situaban alejadas de las del pueblo llano, indicativo de la estratificación social que alcanzará su culmen en las necrópolis egipcias. 

¿Sexo de ultratumba?

Posteriormente, y desde los inicios de la cultura Nagada (4500-3200 a.C., aprox.), el cadáver, en la misma posición fetal –con la cabeza siempre mirando al oeste, pero apoyado sobre una almohada de paja o de cuero–, será arropado por una piel de animal (generalmente una cabra o una gacela). En ocasiones, también era cubierto por una especie de sudario de tela o de cuero entretejido. Es durante este período cuando comienzan a cuidarse más detalles en los enterramientos. En algunas tumbas, el difunto es introducido dentro de un sarcófago rectangular (alguno podía alcanzar los dos metros y medio de largo) de madera o de arcilla. En lo que se refiere al ajuar funerario, durante el período de la cultura Nagada, este comienza a ser mucho más complejo; así, por ejemplo, el hallazgo de cabezas de maza sugiere que al difunto debió reconocérsele un alto estatus social.

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